Por Victoria Arguello
CARACAS, 20 Jul (Xinhua) -- Cuando actualmente en Venezuela continúa dándose el alza en los precios de rubros alimenticios básicos, surgen a la par de esta dificultad nuevos modelos de producción orientados a consolidar la seguridad y soberanía alimentaria.
Uno de éstos es el planteamiento de la agricultura popular urbana, que se consolida con experiencias como el Organopónico Bolívar 1, un espacio inaugurado en 2003 por el fallecido presidente Hugo Chávez, y que hoy brinda la oportunidad de sembrar en pleno corazón de la ciudad capitalina de Caracas.
Con una producción creciente, que consta de al menos 90 especies vegetales, entre hortalizas, tubérculos y plantas frutales y medicinales, la oferta en precios que da el organopónico se ubica hasta en 300 por ciento menos de lo que ofrece el mercado de alimentos convencional.
En entrevista con Xinhua, el integrante del colectivo Diversidad, Víctor Valentín, explicó que esta modalidad de origen cubana persigue cambiar los paradigmas relacionados a la producción y distribución alimentaria, que actualmente se basan en la especulación y en el desdén de las necesidades reales de la población.
Un ejemplo de ello es el pimentón, una hortaliza muy apreciada en la dieta diaria del venezolano. Actualmente un kilogramo de este rubro está valorado en el mercado común en al menos 280 Bolívares (44 dólares según el tipo de cambio más bajo), mientras que por la vía de la agricultura popular alcanza un precio de 70 Bs (11 dólares).
Valentín detalló a Xinhua que en el caso de Venezuela, la tercerización y la introducción de intermediarios en la cadena productiva de alimentos, es lo que conlleva al encarecimiento de los rubros, aunado a los factores especulativos e inflacionarios que enfrenta hoy la nación latina.
La forma de siembra que rige al modelo de organopónico es la asociación de cultivos dentro de canteros que rondan los 15 y 18 metros cuadrados de extensión, en éstos se plantan alrededor de 3 especies combinadas entre alimenticias y medicinales, sin necesidad de emplear agrotóxicos.
La idea se centra además en comprobar que la utilización de fertilizantes químicos y semillas genéticamente modificadas (transgénicos) no es indispensable para el desarrollo de la actividad agraria, y que es posible el curso de una agricultura más sana y en armonía con el medio ambiente.
Así lo comentó otra vocera de esta práctica, la estudiante de antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Gabriela Ferreira, quien además agregó que en sólo un metro cuadrado de cada cantero, se pueden cosechar alrededor de 20 kilogramos (kg) de alimentos "libres de transgénicos" .
Tal cifra lleva a que en la actualidad, los agricultores citados hayan podido recolectar en sólo 3 meses cerca de 3 toneladas de insumos, y mantienen la expectativa de duplicar esta producción.
De acuerdo con estimaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el país suramericano diariamente se consumen per cápita al menos 8 y 9 gramos de raíces como apio y ocumo, así como 22 gramos de tomate. En el organopónico ya ha sido posible el cultivo de 300 kg de tomates.
De allí que con sólo 2.800 metros cuadrados que conforman toda su área y un aproximado de 190 canteros, el Organopónico Bolívar 1 al igual que otras experiencias productivas llevadas a cabo en la capital venezolana, constituyen un ejemplo de combate a la denunciada "guerra económica".
"Es un espacio de lucha por la independencia de las ciudades y también es un espacio para el debate acerca de cómo consumimos, qué consumimos y apostamos hacia la soberanía alimentaria", añadió Gabriela Ferreira.
En opinión de Valentín y Ferreira, esta experiencia productiva no es capaz aún de satisfacer la demanda de alimentos de todas las personas que habitan en la ciudad de Caracas, aunque señalaron que si este tipo de prácticas se replican en otros puntos de la región, sí es posible el abastecimiento pleno.
Nueva ley de semillas
Conjuntamente con el desarrollo de modelos alternativos al agro-negocio, los productores venezolanos impulsan el proyecto popular de Ley de Semillas, un instrumento jurídico que busca erradicar el cultivo de semillas transgénicas en la nación y promover las simientes nativas.
En declaraciones a Xinhua, la integrante de la Campaña "Venezuela libre de transgénicos", Eisamar Ochoa, comentó que desde que se conocieron las intenciones del Parlamento de modificar el antiguo mecanismo legal, más de 3.000 personas y cientos de organizaciones sociales debaten sobre el tema.
Hasta la fecha, se han efectuado cinco jornadas de discusión donde diversos sectores sociales: campesinos, indígenas, afro-descendientes, estudiantes universitarios e institutos de investigación, perfeccionan un articulado que en noviembre de 2014 fue aprobado en primera discusión por el Poder Legislativo.
De acuerdo con Ochoa, en la creación de la nueva Ley se plantean dos sistemas diferenciados de producción de semillas: uno que corresponde a la lógica de certificación propia de la agricultura convencional, y otro, que guarda relación con el modelo ancestral que "debe ser respetado, protegido y multiplicado".
Este planteamiento, subraya la también miembro del colectivo Diversidad, es de suma importancia para hacer posible que en Venezuela se evidencie un cambio en las formas de relacionamiento del individuo con la naturaleza, y finalmente se consoliden las comunas.
El instrumento que espera ahora ser aprobado en segunda discusión aboga por erradicar el concepto de privatización de la semilla que se ha establecido durante décadas mediante las patentes.
Actualmente, los productores venezolanos buscan que ésta sea considerada un patrimonio biológico y cultural colectivo.
"Venimos planteando la idea de las licencias libres, en donde la semilla no es privatizada, sino que es un bien colectivo que puede ser multiplicado, compartido y comercializado libremente", puntualizó Eisamar Ochoa.
Para los protagonistas de esta forma alterna de concebir la producción agrícola, la búsqueda del rescate de estos métodos ambientales no forma parte de intentos ilusorios o discordantes con la realidad.
Por el contrario, la atribuyen a una necesidad de recobrar la identidad cultural y las múltiples especies nativas.
Igualmente, sostienen que la tierra es el principal medio de producción y de vida, por lo cual la lucha en virtud de que la población retome las capacidades de generación de sus propios alimentos, constituye un hecho estratégico y fundamental para la soberanía alimentaria de Venezuela.
CARACAS, 20 Jul (Xinhua) -- Cuando actualmente en Venezuela continúa dándose el alza en los precios de rubros alimenticios básicos, surgen a la par de esta dificultad nuevos modelos de producción orientados a consolidar la seguridad y soberanía alimentaria.
Uno de éstos es el planteamiento de la agricultura popular urbana, que se consolida con experiencias como el Organopónico Bolívar 1, un espacio inaugurado en 2003 por el fallecido presidente Hugo Chávez, y que hoy brinda la oportunidad de sembrar en pleno corazón de la ciudad capitalina de Caracas.
Con una producción creciente, que consta de al menos 90 especies vegetales, entre hortalizas, tubérculos y plantas frutales y medicinales, la oferta en precios que da el organopónico se ubica hasta en 300 por ciento menos de lo que ofrece el mercado de alimentos convencional.
En entrevista con Xinhua, el integrante del colectivo Diversidad, Víctor Valentín, explicó que esta modalidad de origen cubana persigue cambiar los paradigmas relacionados a la producción y distribución alimentaria, que actualmente se basan en la especulación y en el desdén de las necesidades reales de la población.
Un ejemplo de ello es el pimentón, una hortaliza muy apreciada en la dieta diaria del venezolano. Actualmente un kilogramo de este rubro está valorado en el mercado común en al menos 280 Bolívares (44 dólares según el tipo de cambio más bajo), mientras que por la vía de la agricultura popular alcanza un precio de 70 Bs (11 dólares).
Valentín detalló a Xinhua que en el caso de Venezuela, la tercerización y la introducción de intermediarios en la cadena productiva de alimentos, es lo que conlleva al encarecimiento de los rubros, aunado a los factores especulativos e inflacionarios que enfrenta hoy la nación latina.
La forma de siembra que rige al modelo de organopónico es la asociación de cultivos dentro de canteros que rondan los 15 y 18 metros cuadrados de extensión, en éstos se plantan alrededor de 3 especies combinadas entre alimenticias y medicinales, sin necesidad de emplear agrotóxicos.
La idea se centra además en comprobar que la utilización de fertilizantes químicos y semillas genéticamente modificadas (transgénicos) no es indispensable para el desarrollo de la actividad agraria, y que es posible el curso de una agricultura más sana y en armonía con el medio ambiente.
Así lo comentó otra vocera de esta práctica, la estudiante de antropología de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Gabriela Ferreira, quien además agregó que en sólo un metro cuadrado de cada cantero, se pueden cosechar alrededor de 20 kilogramos (kg) de alimentos "libres de transgénicos" .
Tal cifra lleva a que en la actualidad, los agricultores citados hayan podido recolectar en sólo 3 meses cerca de 3 toneladas de insumos, y mantienen la expectativa de duplicar esta producción.
De acuerdo con estimaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en el país suramericano diariamente se consumen per cápita al menos 8 y 9 gramos de raíces como apio y ocumo, así como 22 gramos de tomate. En el organopónico ya ha sido posible el cultivo de 300 kg de tomates.
De allí que con sólo 2.800 metros cuadrados que conforman toda su área y un aproximado de 190 canteros, el Organopónico Bolívar 1 al igual que otras experiencias productivas llevadas a cabo en la capital venezolana, constituyen un ejemplo de combate a la denunciada "guerra económica".
"Es un espacio de lucha por la independencia de las ciudades y también es un espacio para el debate acerca de cómo consumimos, qué consumimos y apostamos hacia la soberanía alimentaria", añadió Gabriela Ferreira.
En opinión de Valentín y Ferreira, esta experiencia productiva no es capaz aún de satisfacer la demanda de alimentos de todas las personas que habitan en la ciudad de Caracas, aunque señalaron que si este tipo de prácticas se replican en otros puntos de la región, sí es posible el abastecimiento pleno.
Nueva ley de semillas
Conjuntamente con el desarrollo de modelos alternativos al agro-negocio, los productores venezolanos impulsan el proyecto popular de Ley de Semillas, un instrumento jurídico que busca erradicar el cultivo de semillas transgénicas en la nación y promover las simientes nativas.
En declaraciones a Xinhua, la integrante de la Campaña "Venezuela libre de transgénicos", Eisamar Ochoa, comentó que desde que se conocieron las intenciones del Parlamento de modificar el antiguo mecanismo legal, más de 3.000 personas y cientos de organizaciones sociales debaten sobre el tema.
Hasta la fecha, se han efectuado cinco jornadas de discusión donde diversos sectores sociales: campesinos, indígenas, afro-descendientes, estudiantes universitarios e institutos de investigación, perfeccionan un articulado que en noviembre de 2014 fue aprobado en primera discusión por el Poder Legislativo.
De acuerdo con Ochoa, en la creación de la nueva Ley se plantean dos sistemas diferenciados de producción de semillas: uno que corresponde a la lógica de certificación propia de la agricultura convencional, y otro, que guarda relación con el modelo ancestral que "debe ser respetado, protegido y multiplicado".
Este planteamiento, subraya la también miembro del colectivo Diversidad, es de suma importancia para hacer posible que en Venezuela se evidencie un cambio en las formas de relacionamiento del individuo con la naturaleza, y finalmente se consoliden las comunas.
El instrumento que espera ahora ser aprobado en segunda discusión aboga por erradicar el concepto de privatización de la semilla que se ha establecido durante décadas mediante las patentes.
Actualmente, los productores venezolanos buscan que ésta sea considerada un patrimonio biológico y cultural colectivo.
"Venimos planteando la idea de las licencias libres, en donde la semilla no es privatizada, sino que es un bien colectivo que puede ser multiplicado, compartido y comercializado libremente", puntualizó Eisamar Ochoa.
Para los protagonistas de esta forma alterna de concebir la producción agrícola, la búsqueda del rescate de estos métodos ambientales no forma parte de intentos ilusorios o discordantes con la realidad.
Por el contrario, la atribuyen a una necesidad de recobrar la identidad cultural y las múltiples especies nativas.
Igualmente, sostienen que la tierra es el principal medio de producción y de vida, por lo cual la lucha en virtud de que la población retome las capacidades de generación de sus propios alimentos, constituye un hecho estratégico y fundamental para la soberanía alimentaria de Venezuela.
Fuente: http://spanish.xinhuanet.com/2015-07/21/c_134431690.htm
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